Los ataques a estatuas y las conmemoraciones de la II guerra mundial resucitan el debate sobre los célebres estadistas
Para la ocasión, Winston Churchill -o más bien su estatua- salió de su encierro en Londres. Los tablones con los que se selló su confinamiento para prevenir actos vandálicos fueron retirados. Y, bajo un cielo surcado por aviones militares que dejaban a su paso los colores de la bandera francesa, dio la bienvenida al presidente Emmanuel Macron.
Era el primer viaje internacional del mandatario francés desde que estalló la crisis del coronavirus; y el primer ministro británico, Boris Johnson, le recibió con todos los honores. Ese día, el pasado 18 de junio, conmemoraban el 80 aniversario de un famoso episodio protagonizado durante la Segunda Guerra Mundial por otro estadista convertido en icono, Charles de Gaulle.
Ese 18 de junio, el de 1940, el general líder de la Resistencia francesa lanzaba -apoyado por el primer ministro Churchill- un mensaje radiofónico desde la sede de la BBC en Londres; un alegato contra la ocupación nazi. Las tropas alemanas habían entrado en París cuatro días antes y De Gaulle pedía a los franceses que no renunciaran a su lucha contra Hitler. «Pase lo que pase, la llama de la resistencia francesa no debe extinguirse y no se extinguirá», proclamaba años antes de convertirse en presidente.
Un discurso para la memoria colectiva francesa como lo son los de Churchill para la británica. «Reino Unido le dio a la Francia libre su primer arma, un micrófono de la BBC», decía Macron al depositar una corona de flores junto a la estatua de De Gaulle en la capital británica. «Las luchas que enfrentamos hoy son diferentes a las que enfrentamos juntos hace 80 años. Pero no tengo dudas de que, trabajando codo a codo, Reino Unido y Francia continuarán a la altura de cada nuevo desafío», aseguraba Johnson.
Controversia y revisión
Ahora, los líderes de Francia y Reino Unido se enfrentan a una guerra muy distinta a la que De Gaulle y Churchill libraron hace ocho décadas; pero -por distintos motivos- Macron y Johnson han evocado estos días el espíritu de sus lejanos antecesores. Aunque su sombra siempre ha sido alargada: las memorias bélicas de De Gaulle reposan sobre el escritorio de la foto oficial del presidente francés (que comparte con el general su idea de una Francia destinada al liderazgo); y sobre su idolotrado Churchill, Johnson escribió una biografía. En tiempos difíciles y horas bajas de popularidad, uno y otro reivindican el legado de sus carismáticos predecesores.
El debate sobre la figura del estadista británico se ha reavivado tras las protestas raciales que se desencadenaron en Estados Unidos con la muerte del afroamericano George Floyd a manos de un policía blanco. Durante las manifestaciones en Europa, la estatua de Churchill apareció con una pintada: «Era un racista». Los más críticos le acusan, por ejemplo, de defender la supremacía blanca y mantener políticas racistas en la India colonial, durante una hambruna en 1943 en Bengala que dejó numerosos muertos. El premier Johnson ha salido a defender a su venerado político y ha criticado «la distorsión de la historia».
Héroe para unos, villano para otros. En una encuesta de la BBC en 2002, Winston Churchill fue elegido el personaje histórico más importante en Reino Unido. Eso no le ha librado de la polémica, ni de las voces que exigen la revisión de su figura.
En el norte de Francia, otros dos monumentos a De Gaulle también fueron atacados.
La lucha de egos
Carismáticos y controvertidos, cuentan que De Gaulle (con su 1,96 de altura) y Churchill (con su 1,67 apenas le llegaba a hombro) no se llevaban bien. Dicen que los dos estadistas -nacionalistas, imperialistas y cuestionados a veces por su manejo del legado colonial- se batían en una lucha de egos.
«Debes saber que si tenemos que elegir entre Europa y los mares abiertos, siempre elegiremos los mares abiertos«, le espetó el británico al francés en 1944 (refiriéndose a Estados Unidos), según cuenta el historiador Julian T. Jackson. «Y cada vez que yo tenga que escoger entre usted y Roosevelt, escogeré a Roosevelt», sentenció.
En el Londres del siglo XXI, entre la pandemia y el divorcio europeo, esta semana el primer ministro británico le regalaba al presidente francés un montaje con los telegramas que se intercambiaron Churchill y De Gaulle. También, una réplica en miniatura del vehículo del antiguo líder británico que acompañará en el Elíseo a la del automóvil del general. Reino Unido y Francia, orgullosos siempre, y pese a todo, de sus símbolos.
«El carácter es la virtud de los tiempos difíciles», decía Charles de Gaulle. «Soy optimista. No parece muy útil ser otra cosa», afirmaba Winston Churchill. Palabras que reflejan un espíritu bajo cuya sombra se cobijan sus sucesores.
Vía: Nius Diario