Falta exactamente un mes para que se cumpla la fecha fatal que se autoimpusieron los Parlamentarios (casi todos miembros de Partidos Políticos) para el refichaje de las colectividades que, antes de todo esto, afirmaban sin tapujos contar con más de 100.000 miembros en las siempre manoseadas “bases”. El ciudadano de a pie que firmó por valores que creyó serían representados y que, al momento de votar proyectos emblemáticos, fueron negociados por otro tipo de intereses. En fin, siempre que un político no tiene qué responder frente a un problema de difícil respuesta, señala que tendrá que consultar a las bases, que generalmente no son más de un ciento de personas reunidas en un Salón que le dan el visto bueno a un voto político que ya viene redactado no precisamente por esas bases.
El refichaje puso de manifiesto que la cifra de cientos de miles de militantes no era cierta o, que al menos, al día de hoy los principios que defienden los partidos “tradicionales” no los representan. De acuerdo con las últimas cifras publicadas por el SERVEL, el Partido Socialista es el único que cumple con el número exigido, esto es, 18.000 inscritos a nivel nacional y no menos de 500 en cada una de las regiones. Cifras más, cifras menos, el Partido por la Democracia y el Partido Radical están lejos de cumplir la meta y, lo que es peor, ambos con candidatos presidenciales proclamados que no podrán concurrir a la papeleta en caso de que sus colectividades no cumplan (aunque el caso de Guillier es diferente puesto que es “independiente”). Por su parte, ni la UDI ni el Renovación Nacional cumplen con la cifra exigida por la ley. Tampoco el Partido Comunista.
Es decir, ninguno de los Partidos Políticos tradicionales, salvo el Socialista y el PRO de ME-O y el PRI de la vocera de la derecha, Aljandra Bravo, podrán llevar candidatos al Parlamento en la próxima elección.
Esto es bueno o malo? Depende.
Por una parte puede darse la inercia maldita del caudillismo regional, sumado a que habrá elecciones democráticas de intendentes y de consejeros regionales. Ese, a mi juicio, es el peor escenario puesto que no permitirá la formación de bloques y tenderá al desorden microcéfalo del debate.
Por la otra (y espero que así sea), está la opción de que surjan nuevos bloques, tal como ocurrió en Italia en el año 1992 con la caída de la DC de Andreotti y de los socialistas de Craxi; o bien como está ocurriendo ahora en España con Podemos (izquierda) y Ciudadanos (liberales de centro). En Chile, insisto, espero, ojalá los partidos tradicionales queden arrinconados a lo que efectivamente representan de acuerdo con el refichaje y que se constituyan nuevos bloques, como puede ser el Frente Amplio de Izquierda (que competirá los votos del Partido Comunista) y Sentido Futuro, un grupo de Centro Liberal formado por Amplitud, Ciudadanos y Red Liberal, y lo más probable es que se sume, en su momento, Evópoli.
Todo lo anterior obligará a la discusión de nuevas ideas que oxigenarán el debate con enfoques de futuro lejos del anclaje del Sí y el No o de Democracia versus Dictadura. Ahora la lucha de ideas tendrá por principio la igualdad y la inclusión, con la sola diferencia de los caminos que habrá que transitar para lograr tan anheladas y postergadas metas.
El liberalismo igualitario enfrentado a una izquierda moderna, moviendo a los conservadores a su lugar. Acá intelectuales, candidatos y ciudadanía tienen mucha pega para una refundación de la democracia en democracia, y no a punta de pistolas.
Por: Javier Tobar