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“Robots y empleo”

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La falta de una educación y entrenamiento adecuados puede excluir a grupos sociales enteros de los beneficios del progreso tecnológico y del crecimiento económico que este conlleva.

Junto con la rápida automatización de procesos ha crecido la preocupación de que esta traiga efectos adversos sobre el empleo a futuro.

Algunas estimaciones muestran impactos dramáticos sobre el empleo. Un estudio de la Universidad de Oxford sugiere que casi la mitad de los puestos de trabajo en los Estados Unidos están en riesgo de ser reemplazados por la computarización de aquí a unas pocas décadas. Las estimaciones del McKinsey Global Institute para Chile son similares.

Esta preocupación por el futuro del empleo no es nueva. En la década de 1930, John Maynard Keynes acuñó el concepto de desempleo tecnológico, preocupado de que la sustitución de los servicios provistos por trabajadores por las nuevas tecnologías avanzara más velozmente que sus oportunidades productivas.

Antes que eso, a principios del siglo XIX, artesanos textiles del movimiento de los luditas destruyeron maquinaria en protesta por su introducción en la industria, buscando detener una eventual pérdida de sus puestos de trabajo.

Más recientemente, Bill Gates, el fundador del gigante tecnológico Microsoft, propuso establecer un impuesto a la automatización con el fin de mitigar sus efectos sobre el mercado laboral.

La historia registra varios episodios de avance rápido de la tecnología; por ello es que la preocupación no es nueva. Sin embargo, la fracción global de personas que trabajan ha aumentado en el tiempo y las tasas de desempleo no muestran una tendencia al alza en plazos largos. Así, las oportunidades de empleo en el agregado no parecen haber sido afectadas por estas revoluciones tecnológicas. Sin embargo, lo que sí ha cambiado es su distribución. Ello debe ser motivo de preocupación, en particular porque para muchos ciudadanos la única forma de generar ingresos es su trabajo.

Los procesos que -a la fecha- pueden sustituirse por maquinaria intensiva en computación son las tareas repetitivas. Se trata de procedimientos que pueden ser descritos fácilmente y, por tanto, codificados y simulados. Por lo general, son actividades que requieren de habilidades cognitivas y manuales de nivel medio, como lo son algunas labores de oficina y de apoyo administrativo.

Los procesos más difíciles -por ahora- de computarizar son los que requieren de niveles mayores de educación. Pero también lo son los oficios que requieren de niveles menores de capacitación.

En efecto, por un lado están las tareas abstractas, en que se requiere de habilidades para resolver problemas complejos, creatividad, intuición y persuasión. Por el otro, están las tareas manuales, que requieren de capacidades para adaptarse a situaciones específicas y para interactuar con otros. Esta es la situación de quienes se dedican al cuidado de otros o a labores de aseo y el personal de seguridad.

La literatura académica ha descrito este fenómeno como uno de polarización del mercado laboral, en que son los trabajos intermedios en nivel de cualificación los que han sido desplazados por la automatización.

Pero los efectos sobre cada uno de estos extremos no son similares: mientras los trabajadores de mayores calificaciones se benefician pues ven complementadas sus capacidades, los de menores calificaciones pierden debido al desplazamiento hacia sus oficios de los trabajadores en situaciones intermedias.

La política pública no tiene por qué quedarse indiferente ante estos desarrollos. Por una parte, como la tecnología no es por lo general neutra, el Estado puede elegir qué tipo de emprendimientos promover.

Por otra, puede fortalecer la educación técnica, que es la que, de acuerdo con mediciones del BID para Chile, hoy entrega más destrezas orientadas a resolver problemas. En la misma línea, puede diseñar un currículum educativo mejor coordinado con las habilidades que se requerirán en el futuro.

Nadie pone en duda que la difusión del conocimiento y la formación de habilidades son centrales para el desarrollo. Pero los ciudadanos deben estar preparados para beneficiarse de ese progreso.

La falta de una educación y entrenamiento adecuados puede excluir a grupos sociales enteros de los beneficios del progreso tecnológico y del crecimiento económico que este conlleva.

Andrea Repetto

Directora Espacio Publico