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[Opinión ] Mujeres e igualdad democrática

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Por Alejandra Sepúlveda

Por primera vez una mujer integrará la Comisión de Hacienda de la Cámara . ¿Qué tiene de particular este nombramiento? Pues que, en este espacio, donde escuchamos hace 15 años solo voces masculinas discutiendo, entre otros, el presupuesto de la nación, habrá una voz distinta, que debiera aportar diversidad.

La diputada Sofía Cid (RN), quien además es debutante en el Congreso, integrará, así, la limitada lista de mujeres que ha logrado romper el techo de cristal en política y economía y, seguramente, ya comenzó a sentir el peso de las expectativas sobre su desempeño. Porque, a menudo, a aquellas que representan la excepción se les exige más y se les tolera menos el error. Sobre ellas, en definitiva, recaen sesgos que las mantienen en escrutinio. El caso de la ex Presidenta Bachelet es paradigmático en esto, más allá de las consideraciones para evaluar logros y desaciertos de su gestión.

Seamos claros: el hecho de ser mujer no obliga a nadie a tener más sensibilidad de género o -en el caso de la diputada- a ser defensora de los siempre escasos recursos que se destinan a las leyes para el avance de los derechos de las mujeres. Pero sí es relevante que esa diversidad se profundice en espacios determinantes para el devenir del país y para equiparar las oportunidades de las personas. Tal como afirma la filósofa estadounidense Elizabeth Anderson, a cuyo pensamiento el recomendable libro de Andrés Velasco y Daniel Brieba, Liberalismo en tiempos de Cólera, dedica varias páginas: “Por muy competente técnicamente que sea una elite, si es socialmente homogénea, probablemente su desempeño no sea el más adecuado”, porque también requiere “atención y sensibilidad ante los intereses y demandas de todos los grupos sociales”. Los autores enfatizan en la importancia de diversificar nuestra elite criolla que toma decisiones, para superar las limitadas condiciones que prevalecen en un Chile clasista y segregado, “ampliar nuestra definición de meritocracia más allá de las calificaciones técnicas”, abrir espacio a una representación más sustantiva de la sociedad, de manera de alcanzar lo que Anderson llama “la igualdad democrática”.

En ese contexto, los autores ejemplifican cómo las discriminaciones por género en el espacio laboral, las dificultades de las mujeres para ascender y sus menores salarios sin razón objetiva, constituyen una violación directa a la igual ciudadanía -situaciones ampliamente documentadas por ComunidadMujer en sus investigaciones donde, coincidentemente, se dibuja una ruta de cómo superarlas abordando, en primer término, la calidad de la educación.

Mientras tanto y frente a las que llegan al poder, comencemos a normalizar su presencia diversa y su aporte, sin cuestionar si lo hicieron por “suerte” o “habilidad”. Es hora de que las mujeres habitemos mayoritariamente estos espacios en lo público, donde siempre debimos estar.

Fuente: La Tercera