Anunciar la muerte del liberalismo es una exageración. Las sociedades basadas en ideas liberales son las más prósperas de la historia.El liberalismo ha sobrevivido a su finalidad. Nuestros socios occidentales han reconocido que algunos elementos del concepto liberal, como el multiculturalismo, han dejado de ser válidos. En una singular entrevista con Financial Times, el presidente ruso Vladímir Putin aseguró estar en el lado correcto de la historia. Pero, como habría dicho Mark Twain, anunciar la muerte del liberalismo es una exageración. Las sociedades basadas en ideas liberales son las más prósperas de la historia. Necesitan defenderse de sus enemigos.¿Qué es liberalismo? Para responder a esta pregunta, primero pediría a los lectores estadounidenses que se olvidaran de lo que significa para ellos el liberalismo: lo opuesto al conservadurismo. Éste es un concepto exclusivo a EEUU que sólo tiene sentido en su contexto: los inmigrantes que fundaron su nuevo estado basado en un conjunto de ideas liberales en oposición al concepto de autoritarismo. Cuando Thomas Jefferson escribió sobre «la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad» en la Declaración de Independencia, se inspiraba en uno de los grandes pensadores del liberalismo, John Locke, aunque sustituyó «propiedad» por «felicidad».La raíz de la palabra liberal es liber, el adjetivo del latín que hace referencia a una persona libre en oposición a la esclavitud. El liberalismo no es una filosofía precisa, es una actitud. Los liberales comparten una creencia en la acción humana individual. Confían en la capacidad de los seres humanos para decidir por ellos mismos. Esta creencia tiene implicaciones. Implica el derecho a hacer nuestros planes, a expresar nuestras propias opiniones y a participar en la vida pública. Estas actitudes se manifestaron en el sistema al que calificamos de «democracia liberal».Los liberales comparten la creencia de que la acción depende de la posesión de derechos políticos y económicos. Las instituciones son necesarias para proteger esos derechos; por encima de todo, la justicia independiente. Pero la acción también depende de que los mercados puedan coordinar los actores económicos independientes, de que los medios libres permitan la difusión de opiniones y de que los partidos organicen la política. Detrás de estas instituciones están los valores y las conductas: la distinción entre ganancias privadas y deber público necesarios para controlar la corrupción; un sentido de ciudadanía y la creencia en la tolerancia.Equilibrio necesarioEl liberalismo demanda un equilibrio entre productos en conflicto. Algunos defensores del liberalismo creen más en la libertad económica y se oponen al intervencionismo del Estado. Otros creen más en la igualdad entre ciudadanos y temen la plutocracia. Pero tanto unos como otros pueden considerarse liberales a grandes rasgos. Aun así, Putin se declara enemigo del liberalismo. La tradición de la que él parte es la autocracia zarista. Como dice Anders Aslund, Putin «ha aniquilado meticulosamente las instituciones del capitalismo, la democracia y el Estado de Derecho que surgieron en Rusia en la década de los noventa. En su lugar, ha construido una base vertical de poder controlado por sus secuaces, que se oponen al Estado de Derecho y sitúan sus poderes ilimitados por encima del Estado».Las libertades políticas y económicas tienden a ir de la mano, en parte porque dependen del estado de derecho. El liberalismo se asocia a la prosperidad: las sociedades liberales suelen ser prósperas y las sociedades prósperas suelen ser liberales.Con Putin, Rusia se ha alejado del liberalismo y, como consecuencia, la economía rusa se encuentra en mal estado. Aunque el PIB per cápita es menos de la mitad que el de EEUU, el crecimiento medio del PIB per cápita entre 2009 y 2018 fue del 1,8% anual. Y no hay esperanzas de que la situación mejore. La posición de Putin en la escena internacional es una forma de desviar la atención de la población rusa, de su régimen corrupto y de su incapacidad para ofrecer a sus ciudadanos una mejor calidad de vida. Incluso en el caso de la economía china, más próspera, podemos decir que el giro dado por Xi Jinping hacia un mayor control del Estado y la represión política están frenando el dinamismo.Pero Putin tiene razón en un aspecto. Las democracias liberales tienen dificultades, sobre todo en su capacidad para acoger inmigrantes y gestionar las desigualdades. Las sociedades liberales necesitan compartir valores e identidad. Eso es perfectamente compatible con la tolerancia hacia las diferencias culturales. Pero necesitan gestionarse. De lo contrario, el descontento de la población llevará al poder a dirigentes que desprecian las normas de la democracia liberal. Gran parte de lo que dice y hace Donald Trump indica su desprecio por estas normas, como la libertad de expresión y la independencia del poder judicial. El riesgo es que la democracia liberal se convierta en una «democracia iliberal», que no será democrática.La ONG estadounidense Freedom House lleva años advirtiendo sobre el deterioro de la democracia. Esta tendencia también se extiende a las democracias occidentales, con EEUU a la cabeza. El dato es preocupante. Aunque el liberalismo puede ser la mejor opción, en muchas democracias liberales los ciudadanos han olvidado el equilibrio que debe existir entre el individuo y la sociedad, lo global y lo nacional; la libertad y la responsabilidad.El liberalismo no es una utopía, es un concepto en constante evolución. Es una idea de convivencia que parte de la supremacía de la acción humana. Ése es sólo el punto de partida. Para que funcione es necesario un proceso de adaptación constante. Putin no sabe lo que significa esto: no puede concebir un orden social que no dependa de la fuerza y el engaño. Nosotros lo sabemos, pero necesitamos hacerlo mejor; mucho mejor.
Fuente: Expansión