Por Cristóbal Bellolio
El sociólogo e intelectual Alberto Mayol acaba de anunciar su intención de competir por la nominación presidencial del llamado Frente Amplio, la coalición que aspira a cobijar la mayor parte de los movimientos de izquierda que no forman parte de la Nueva Mayoría. Entre ellos se encuentra Revolución Democrática, donde milita Giorgio Jackson, así como los Autonomistas del magallánico Gabriel Boric. El nombre de Mayol habría sido levantado al interior del colectivo Nueva Democracia, cuya figura más visible es el ex dirigente sindical Cristián Cuevas.
Mayol se suma así a un variopinto listado de alternativas para representar al novel Frente Amplio en las presidenciales de fin de año. En RD, por ejemplo, suena el nombre de su actual presidente Sebastián Depolo, de la economista Claudia Sanhueza, de la actriz y activista por la legalización del cannabis Ana María Gazmuri, entre otros. La Izquierda Autónoma ha puesto sobre la mesa la opción del académico Carlos Ruiz Encina. Otros le ponen ficha a Luis Mesina, líder del movimiento No+AFP. Se piensa incluso en Ennio Vivaldi, rector de la Universidad de Chile. La comunicadora Beatriz Sánchez ya habría dicho que no está disponible. Como fuese, el abanico de posibilidades no es menor. A primera vista, será una primaria impredecible.
La entrada de Mayol le imprime vértigo al proceso. Aunque los portavoces del Frente Amplio han insistido en la importancia de acordar una plataforma programática común antes de pensar en la cara que encarnará la dimensión electoral del proyecto, es innegable que la gente necesita rostros para orientarse en el mapa político. Mayol podrá ser criticado por personalizar el debate. Pero su objetivo es estratégicamente correcto: que más chilenos conozcan de qué se trata esta nueva alianza. Mayol mete ruido y lo que el Frente Amplio necesita es que lo escuchen.
Su precandidatura, además, confirma un fenómeno interesante. Mayol, junto a Fernando Atria y en menor medida la propia Sanhueza, jugaron un destacado papel en el soporte y articulación intelectual de las demandas del movimiento estudiantil que tomó Chile por asalto en 2011. Los tres podrían continuar en la comodidad de sus posiciones académicas. Sin embargo, deciden ingresar al barro de la política electoral. Es decir, están afectivamente comprometidos con su propuesta ideológica. Mientras Jackson y Boric no tengan edad legal para aspirar a La Moneda, ellos consideran que es un deber ético situarse en la línea de fuego. Han escrito decenas de libros sobre política, educación, mercado y otras hierbas. Comienzan ahora un tipo de pedagogía distinta. Ya no basta con argumentos bien fundados. Ahora hay que pedir el voto. Y ése es otro negocio.