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Irlanda, la despenalización del aborto y el cambio de la sociedad

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DUBLÍN — Hubo júbilo entre algunos; otros quedaron devastados. Sin embargo, el sentimiento prevalente, aun horas después de que se anunciara que los irlandeses votaron para despenalizar el aborto, fue la sorpresa.

Sin importar cómo se sintieran respecto al resultado del referendo, todos fueron testigos de la culminación de un cambio radical en la sociedad irlandesa, uno que se ha dado con bastante rapidez.

La cultura del silencio y de la deferencia a las autoridades religiosas que por mucho tiempo dominó este país han desaparecido. Ahora esta nación ha surgido como una que encabeza los valores liberales.

“Irlanda ha dado un giro de 180 grados en todo”, dijo Adam Tyrrell, de 24 años, visiblemente sorprendido mientras fumaba un cigarrillo en el centro de la capital frente a calles que comenzaban a llenarse de multitudes que celebraban la votación.

En un plazo de treinta años, este país, de 4,8 millones de habitantes, ha experimentado cambios socioeconómicos considerables: pasó de ser una nación profundamente católica y pobre a una con alto crecimiento económico y que votó como primer ministro a un hombre homosexual poco después de legalizar el matrimonio igualitario.

Por mucho tiempo fue un país expulsor de migrantes, pero ahora acoge a una cantidad considerable de ellos y alberga también oficinas de empresas como Google, Amazon y Facebook.

Aunque muchos quedaron sorprendidos por el resultado del referendo, algunos irlandeses han visto cómo se acerca el cambio. El primer ministro Leo Varadkar hizo referencia a una “revolución silenciosa que se ha estado dando en Irlanda durante las últimas décadas”.

El pasado de pobreza de Irlanda, así como el papel muy visible de la Iglesia católica, separaba a este país de buena parte del resto de Europa. Muchos creen que este último referendo ya lo alinea más con el resto de la parte occidental del continente.

“Va a cambiar mucho cómo nos ven los demás después de estas dos victorias apabullantes”, dijo Tyrrell, el estudiante, en referencia también al referendo de 2015 para legalizar el matrimonio igualitario. “Estoy muy orgulloso de Irlanda”.

Hay muchos factores detrás del cambio dramático de Irlanda. La razón más dominante es el colapso de la influencia de la Iglesia católica en muchas de las esferas sociales de la vida en el país. “Es importante recalcar que durante mucho tiempo Irlanda se ha ido secularizando”, dijo Diane Negra, profesora de estudios culturales de University College Dublin.

La credibilidad de la Iglesia fue golpeada por una serie de escándalos; para empezar, por casos de sacerdotes pedófilos y el encubrimiento de sus delitos.

La práctica irlandesa de poner a miles de mujeres no casadas en las llamadas lavanderías de las Magdalenas, donde quedaban prácticamente esclavizadas con la excusa de rehabilitar a quienes se consideraba mujeres “caídas”, terminó apenas a mediados de los noventa. Y en 2014 otro caso sacudió al país cuando fueron hallados los restos de casi ochocientos niños que murieron en casas-hogares católicos para mujeres y niños en Tuam.

Otro factor que ha impulsado los cambios es la transformación económica.

En los años ochenta Irlanda era un lugar muy distinto. Debido a la economía débil muchos irlandeses jóvenes dejaron el país en busca de trabajos en el extranjero;  una población más envejecida y conservadora se quedó atrás. Fue durante ese periodo que Irlanda votó a favor de medidas restrictivas contra el aborto y el divorcio.

En 1983 se aprobó la Octava Enmienda de la Constitución irlandesa, la cual prohibió la interrupción del embarazo. Fue justamente lo que revirtieron los votantes del referendo del 25 de mayo. Tres años después de esa enmienda los irlandeses rechazaron en otro voto levantar la prohibición contra el divorcio.

Las actitudes cambiaron de manera notoria en los noventa, cuando surgieron las primeras revelaciones de abuso sexual en la Iglesia a la par del comienzo de un auge económico. Desde finales de esa década y hacia la de 2000, Irlanda fue calificada como el “tigre celta”; el año pasado Irlanda tuvo una tasa de crecimiento del 7,8 por ciento, la más alta de toda la Unión Europea. Fue una época de prosperidad que atrajo a multinacionales, mejoró los estándares de vida y llevó a varios expatriados a regresar, con sus nuevas ideas y valores.

La decisión de volver gratuita la educación secundaria también mejoró el desempeño de muchos estudiantes y el aval a tener acceso a métodos anticonceptivos redujo la cantidad de hijos por familia, que permitió a más mujeres ingresar a la fuerza laboral.

Anthony Fannin, ingenio jubilado de 70 años, dijo que esos cambios económicos “les dieron la confianza que les faltaba a los irlandeses”.

En referencia específica a los escándalos de abusos sexuales, Fannin indicó que las mejoras económicas también implicaron que la gente “en vez de hacer reverencias cada que pasaba un sacerdote se mantenían erguidos para decir: ‘Espere, padre, ¿qué fue lo que sucedió?’”.

Durante el auge, en 1993, Irlanda despenalizó la homosexualidad y dos años después por fin permitió el divorcio.

El referendo sobre el aborto fue, para muchos irlandeses, el último rompimiento con la “Irlanda vieja”.

“Había una cultura del silencio y ahora está rota”, dijo Tyrrell, el joven de 24 años. “Ser irlandés ahora significa ser abierto. Ya no queremos quedarnos callados”.

Fuente: New York Times en español