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Cómo hizo «En marche!», la agrupación del presidente Emmanuel Macron, para arrasar con los partidos tradicionales de Francia en pocos meses

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Efectivamente, fue sólo el 8 de mayo pasado que el recién electo presidente francés, Emmanuel Macron, anunció la transformación en partido del movimiento que lo acababa de llevar al Palacio del Eliseo.

Pero incluso ese movimiento -hasta entonces conocido simplemente como «¡En Marcha!»– no deja de ser un recién llegado, pues sólo fue presentado oficialmente por Macron hace 18 meses: el 6 de abril del año pasado.

Y en su meteórico ascenso al poder en el país más grande de la Unión Europea, la joven agrupación le acaba de asestar una durísima derrota a los partidos que dominaron la política francesa durante los últimos 60 años.

«Todo ha pasado tan rápido que el país parece estar algo mareado», dice, de hecho, en su análisis de los resultados, el corresponsal de la BBC en París, Hugh Schofield.

«Y no es sólo porque todo es muy nuevo, empezando por el hecho de que el partido del presidente Macron no existía hasta que lo soñó, hace poco más de un año, y que la mitad de los nuevos diputados van a necesitar clases (literalmente) sobre cómo hacer su trabajo», explica.

Todo nuevo

Al sentido de novedad también contribuye que nunca antes -al menos no desde la elección de Charles de Gaulle en 1968- un jefe de Estado francés había contado con una mayoría tan poderosa como la que tendrá el actual presidente galo.

El partido de Macron obtuvo 308 de los 577 escaños de la Asamblea Nacional de Francia, pero también podrá contar con el apoyo de los 42 diputados de sus aliados del Movimiento Democrático

En contraste, la coalición del exgobernante Partido Socialista, solamente contará con 44 diputados.

Y aunque los 137 representantes el grupo de derecha liderado por Los Republicanos los consolidan como la mayor fuerza de oposición, el resultado no deja de ser un duro golpe para un partido que hasta hace poco pensaba tener garantizada una mayoría en el parlamento.

Para Schofield, eso malos resultados se explican en cierta medida por la voluntad dégagiste (algo así como «de limpieza») del electorado francés, que se tradujo en la expulsión de la mayoría de aquellos que buscaban ser reelectos.

De hecho, tres cuartos de los escaños parlamentarios serán ocupados por caras completamente nuevas.

Y Macron ciertamente supo responder a esa sed de renovación a la hora de armar la lista de candidatos de La República en marcha, la que también ayudó a la elección de un número histórico de mujeres como diputadas.

Ni izquierda, ni derecha

Así, entre sus diputados hay desde una joven egresada de derecho -Typhanie Degois, de apenas 24 años- a un conocido matemático -Cédric Villani- pasando por el comandante de la unidad de élite que respondió al ataque contra el Bataclan, Jean-Michel Fauvergue.

Pero también empresarios, granjeras orgánicas y directores de escuelas, seleccionados para confirmar uno de los grandes reclamos de la política macronista: ser una propuesta que no es de derecha, ni de izquierda.

Para Schofield, el deseo de unir a la izquierda y la derecha expresado repetidas veces por Macron «seguramente contribuyó ampliamente a su éxito» y al de su formación.

Y tanto su carisma personal como la alternativa más optimista ofrecida por el macronismo a los desencantados con la política tradicional -que hasta la fecha habían encontrado un vehículo sobre todo en los partidos de extrema derecha- muy probablemente también fueron clave para la movilización de sus votantes