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EL ESTÁNDAR MORAL DE LOS POLÍTICOS

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Por Cristóbal Bellolio

¿Cuál es el estándar ético que debemos exigir de nuestros políticos? ¿Deben ser juzgados con una vara más alta que los ciudadanos ordinarios? Hay, básicamente, dos respuestas. La primera –que llamaremos teoría del umbral extraordinario- sugiere que los políticos deben ser sometidos a una regla más exigente, pues deben ser figuras ejemplares. Con ellos no bastaría el cumplimiento de lo estrictamente legal, sino que se necesitaría un testimonio moral a toda prueba. La segunda –que llamaremos teoría del umbral ordinario- señala que los políticos no deben ser santos ni ejemplos de virtud. Que en la medida que cumplan sus funciones representativas con responsabilidad no hay por qué meterse con sus vicios privados. Que la ley basta como estándar para todos.

El debate reapareció a propósito de la decisión de Revolución Democrática de bajar la candidatura parlamentaria de Javiera Parada. Según trascendió, los miembros del comité político estimaron que el reciente problema que afectó a la correligionaria Parada –tuvo un accidente menor de tránsito con algunas copas en el cuerpo- bastaba para descalificarla. En paralelo, se supo que la DC no castigaría al diputado Ricardo Rincón, acusado de violencia intrafamiliar. El partido aún no ratifica su candidatura, pero si lo hace, se estarán observando criterios muy dispares. En el primer caso, queda la sensación de que se actuó con mucha severidad. Lo de Parada es, hasta ahora, una falta. No hubo lesionados y la propia involucrada se apresuró a pedir las disculpas del caso sin evadir responsabilidad. Desde la teoría del umbral ordinario, Parada debe comparecer ante la justicia en la dimensión civil y penal, pero eso no debería afectar su idoneidad como representante política. En el caso de Rincón, queda la sensación opuesta. Un episodio de agresión a una mujer es ciertamente más grave. Si la DC confirma la repostulación de Rincón, estará tomando una posición en las antípodas de aquella que tomó RD.

Esta conversación se cruza con otra. Tal como han señalado varios analistas, parece que estamos en busca de representantes –especialmente en el caso presidencial- que sean puros, castos y virginales. Es la teoría del “buenismo”. Obviamente, eso es difícil cuando se trata de políticos con trayectorias más o menos largas. La narrativa del “buenismo” fue un problema para Lagos y lo será para Piñera. Le favorece a Guillier y a Bea Sánchez. Al tener menos historia, cargan necesariamente con menos culpas. Pero la política, advertía Maquiavelo, es una ocupación que demanda decisiones difíciles e incluso moralmente controvertidas. A veces, reconocía Michael Walzer, los políticos tienen que ensuciarse las manos para conseguir ciertos objetivos que en la película completa resultan beneficiosos. Por eso, creen algunos, se necesita un estándar moral aún más flexible para evaluar las acciones de los políticos, tanto para acceder al poder como para ejercerlo. ¿Qué cree usted?