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La laicidad francesa, un modelo difícil de explicar fuera de Francia

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El presidente francés Emmanuel Macron generó recientemente una polémica en el mundo musulmán al defender la laicidad francesa tras una serie de ataques yihadistas, entre ellos el asesinato de un profesor que había mostrado en clase una caricatura del profeta Mahoma publicada por la revista satírica Charlie Hebdo.

Pero sus declaraciones despertaron también críticas de algunos medios de comunicación anglosajones, lo que ilustra la dificultad de explicar este modelo francés fuera de sus fronteras.

Paralelamente a sus intentos de explicar este modelo al mundo musulmán, el presidente francés también debe lidiar con una parte del mundo anglosajón, muy critico con la laicidad francesa.

«¿Francia está alimentando el terrorismo musulmán al tratar de prevenirlo?», preguntó The New York Times, mientras que The Washington Post aconsejó a Macron luchar contra el racismo en lugar de tratar de «reformar el islam».

El Financial Times también publicó una columna muy crítica contra la posición francesa, que fue retirada rápidamente debido a «errores factuales», según el diario.

En cambio, el semanario The Economist defendió la posición francesa.

Para los analistas, esto ilustra el contraste entre el enfoque francés de la integración de los inmigrantes y el de los países anglosajones, que agrupa a las comunidades en un enfoque multiculturalista.

Esto, no obstante, no ha hecho que los países anglosajones se libren de ataques yihadistas, aunque Francia ha sido particularmente golpeada por ellos desde que la revista Charlie Hebdo volvió a publicar caricaturas del profeta Mahoma en septiembre, cuando comenzó el juicio de los ataques de 2015.

– «Asimilación» –

«El modelo francés está pensado para ser asimilativo aunque en la práctica no siempre lo haga bien», estima François Heisbourg, de la Fundación de Investigación Estratégica de París. «Hay Una Francia, no un grupo de musulmanes, de sijs y demás. No estamos en Canadá», sostiene al explicar el objetivo de asimilación.

Justamente, en Canadá, el primer ministro Justin Trudeau adoptó el punto de vista opuesto al de su aliado francés al estimar que la libertad de expresión tiene «límites» y no debe «herir arbitraria e innecesariamente» a ciertas comunidades, lo que provocó una feroz controversia en Canadá.

En Francia, el apoyo a la exigencia de que los inmigrantes adopten los valores franceses parece más fuerte que nunca desde la decapitación en octubre del profesor Samuel Paty, que había mostrado a sus alumnos caricaturas del profeta Mahoma durante un curso sobre la libertad de expresión.

En el homenaje nacional a Paty, Macron defendió la laicidad a la francesa y su larga tradición de sátira. «No abandonaremos las caricaturas», aseguró.

Esta posición fue aclamada por The Economist: «Los herederos de Voltaire… Francia tiene razón de defender la libertad de expresión», afirmó el semanario.

Pero el presidente francés ha tenido que dar varias veces la cara para defender sus posiciones, especialmente después de su discurso a principios de octubre sobre un Islam «en crisis» y contra el «separatismo islamista» en Francia.

El Financial Times, un diario británico bastante favorable al presidente francés, publicó un artículo de un especialista francés del islam, Olivier Roy, titulado «La batalla francesa contra el ‘separatismos’ islamista está en contradicción con el compromiso con la libertad».

En una carta al Financial Times, Macron negó haber estigmatizado a los musulmanes y defendió su posición: «Francia -estamos siendo atacados por esto- es igualmente laica para los musulmanes como para los cristianos, judíos, budistas y todos los creyentes».

– Identidad –

La idea de que los recién llegados deben integrarse armoniosamente en la sociedad francesa se remonta a la época colonial, cuando la adopción de las costumbres francesas, incluida la vestimenta de estilo occidental, era uno de los criterios para conceder la ciudadanía.

El expresidente conservador, Nicolas Sarkozy (2007-2012), era un firme defensor de la asimilación. Este descendiente de inmigrantes afirmó en 2017 que «tan pronto como uno se convierte en francés, nuestros antepasados son los galos».

La laicidad está arraigada desde hace mucho tiempo en Francia. La Revolución Francesa (1789) quiso romper entre el orden político y el orden divino; el anticlericalismo fue muy fuerte en el siglo XIX y su culminación llegó en 1905 con la ley que llevó a la separación de la Iglesia y el Estado.

Los defensores de la laicidad suelen invocar esta ley para impugnar los símbolos religiosos en la esfera pública, como en 2004 cuando se prohibió el uso de pañuelos para cubrir la cabeza y otros símbolos religiosos en las escuelas públicas. También se ha utilizado para defender el derecho a la blasfemia.

Pero algunos musulmanes y analistas que apoyan el modelo anglosajón creen que esta laicidad es un pretexto para atacarlos.

«Bajo el disfraz de un debate sobre los valores, en realidad es un debate sobre la identidad», dijo a la AFP Christophe Bertossi, director del Centro de Migración y Ciudadanía del Instituto Francés de Relaciones Internacionales.

Vía: Swissinfo