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TÚ VES LO QUE QUIERES VER

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por Cristóbal Bellolio (publicada en Las Últimas Noticias del 26 de febrero de 2017)

Cristina tiene 46 años y su biografía de Twitter dice que es pinochetista. Comenta siempre de política, usualmente para criticar al gobierno y acusar a los comunistas. Su círculo de amistades piensa parecido. Al grupo de whatsapp que tiene con sus amigas llegó una imagen que parece mostrar encapuchados prendiendo fuego intencional en un bosque del sur de Chile. Deben ser activistas mapuches, piensa automáticamente Cristina. ¿Quién más podría estar detrás de tamaña fechoría?

Hernán tiene 23 años y es militante de un colectivo de izquierda en su universidad. Viraliza todas las notas que involucran a políticos de derecha con casos de corrupción. En su tribu cultural es completamente normal hablar de los “fachos”. Durante los incendios, Hernán compartió gráficas explicando el tremendo negociado que se hacían las forestales cobrando seguros a partir del desastre ecológico. Cree que la culpa la tiene el gran empresariado explotador. ¿Quién más podría estar detrás de tamaña fechoría?

Cristina no compartirá ninguna de las imágenes que pueblan el muro de Facebook de Hernán. Por su parte, Hernán considera que las teorías de Cristina son delirantes, como las de todo facho. El problema es que no hay forma en que se pongan de acuerdo. Cada uno examinará y juzgará la evidencia de acuerdo a sus anteojeras ideológicas. Esa es, al menos, la conclusión preliminar de la ciencia: nuestros mecanismos cognitivos no evolucionaron para distinguir verdades de falsedades, sino para ganar competencias argumentales y evitar disonancias culturales.

Es una realidad triste para quienes creemos que el debate público debiese estar moralmente regulado por criterios de honestidad intelectual y respeto a la evidencia intersubjetiva. Al parecer, no estamos formateados para ello. Vamos a amplificar la información que sirve mejor nuestros propósitos predeterminados. Vamos a pasar por alto las pruebas que tensionan nuestros supuestos. En ese sentido, Cristina y Hernán son mucho más parecidos de lo que ellos piensan.

Las redes sociales se inundaron de estos personajes durante las trágicas jornadas en que el fuego consumió vastas extensiones del territorio nacional. Pocos estaban razonando a través de una metodología rigurosa capaz de aislar nuestros sesgos de confirmación. La pregunta es si acaso no debiéramos hacer el esfuerzo de aplicar en la ética pública ciertos criterios de validación epistémica similares a los que predica la buena ciencia. Quizás sería positivo intentarlo.