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La guerra comercial y las turbulencias políticas complican el segundo mandato de Trudeau en Canadá

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Si las tensiones comerciales entre China y EEUU -un nuevo tipo de guerra fría, según The Economist- son algo así como una forma de nubosidad variable para la economía global, es fácil imaginar la incertidumbre que puede suponer para su vecino del norte. En efecto, Canadá -que tiene sus propias disputas con China- debe medir sus pasos para esquivar el fuego cruzado.

El Banco de Canadá menciona el impacto de dichas tensiones como una de las causas por las que el crecimiento económico fue menor de lo esperado en el último trimestre de 2018, además de los menores precios del crudo y de la debilidad de la inversión y las exportaciones. Según el supervisor, los primeros tres meses de 2019 parecen haber registrado una actividad similarmente modesta, lastrada por el comportamiento de los envíos de bienes, el ajuste en el sector del petróleo y gas, y la endeble inversión residencial.

El panorama internacional sigue sin ayudar. La escalada arancelaria entre las dos potencias, lejos de remitir, se ha intensificado en las últimas semanas: el 10 de mayo, EEUU subió los aranceles aduaneros del 10% al 25% sobre un total de 200.000 millones de dólares de importaciones de China. Esta respondió a su vez el día 13 con aranceles adicionales del 5%, el 10%, el 20% y el 25% sobre bienes estadounidenses valorados en 60.000 millones de dólares.

Pocos días después el Gobierno de EEUU situó a la teleco china Huawei en su lista de empresas que no pueden adquirir tecnología estadounidense sin permiso del Ejecutivo. Como consecuencia, Google limitó las actualizaciones y otros servicios de su sistema operativo Android a los móviles de la firma china. Fabricantes como Intel o Qualcomm decidieron poner fin a sus relaciones con Huawei horas después.

El banco canadiense BDC apunta otros tres factores que condicionarán el crecimiento económico: el envejecimiento demográfico, que limitará el crecimiento de la población activa a menos del 0,2 durante los próximos diez años; el hecho de que casi el 40% de las pymes canadienses tienen problemas para encontrar trabajadores con la capacitación que precisan para crecer, y la escasez de empresas «digitalmente avanzadas», que Esta situación presenta un alto coste de oportunidad, ya que se estima que las compañías que sí están avanzadas en esta área tienen un 62% más de probabilidades de haber experimentado un crecimiento en las ventas que el resto.

Por otro lado, el país está en el «Punto de mira financiero» del FMI este año, en virtud de lo cual analizará la resistencia de sus bancos y aseguradores hipotecarios. El organismo aduce el elevado endeudamiento de los hogares; el rápido crecimiento del precio de la vivienda y el de la oferta por encima de la demanda; riesgos emergentes derivados de actividades no bancarias como los seguros y la titulización; riesgos potenciales de liquidez, y las implicaciones sobre la estabilidad financiera de la interconexión entre el sistema financiero nacional y el exterior.

Signos de fortaleza
A pesar de todo, Canadá parece bien situado para capear estas inclemencias razonablemente. Las perspectivas del Fondo Monetario Internacional apuntan a un crecimiento del PIB del 1,5% este año -comparado con un 1,8% en 2018- y del 1,9% el siguiente.

El Banco de Canadá vaticina un rebote de la actividad en el segundo trimestre del año, impulsado principalmente por el consumo y las exportaciones. Entre los factores dinamizadores, el banco cita un modesto exceso capacidad, de entre un 0,25 y un 1,25 del PIB, y la previsible estabilidad del precio del barril de crudo en torno a los 60-70 dólares. Así, la entidad prevé una expansión económica del 1,4% interanual en el último trimestre.

La buena tónica se apreció en la creación de empleo del mes de abril, 106.500 puestos -muy por encima de las expectativas-, que llevó la tasa de paro al 5,7%, cerca del mínimo de los últimos cuarenta años. En los últimos doce meses, la economía ha generado 426.400 empleos, el mayor incremento anual desde 2007. En los dos últimos años, el total asciende a 700.000 empleos.

Asimismo, está previsto que la inflación se sitúe en el entorno del 2% tanto este año como en los dos próximos. El supervisor considera que el nuevo impuesto a los combustibles fósiles compensará el efecto negativo de los precios de la gasolina y el exceso de capacidad de la economía.

Entre las buenas noticias hay que contar el anuncio realizado por Justin Trudeau, el pasado 17 de mayo, de que Canadá había llegado a un acuerdo para poner fin a los aranceles que EEUU había impuesto sobre las exportaciones canadienses de acero y aluminio -sin concesiones sustanciales por parte de Canadá-.

El ministro de Finanzas, Bill Morneau, presentó el 19 de marzo en la Cámara Baja su proyecto de Presupuestos, que estipula un gasto de 22.800 millones de dólares canadienses (unos 15.235 millones de euros), si bien los economistas no prevén que vaya a tener efectos sobre el crecimiento. Entre las medidas principales, figuran un plan de ayuda para primeros compradores de vivienda (que incluye financiación por valor de unos 835 millones de euros en tres años); un programa de formación (470 millones en cinco años); préstamos a estudiantes (1.135 millones en cinco años); un programa nacional para coordinar la compra de medicamentos; 1.800 millones de euros en cinco años para reforzar las pensiones, e incentivos para la compra de vehículos eléctricos de hasta 3.300 euros. ¿Será suficiente para convencer a los ciudadanos de que le otorguen su confianza para cuatro años más?

Cita con las urnas

Canadá celebrará elecciones federales el 21 de octubre. Por ahora, el panorama se presenta complicado para el Partido Liberal del primer ministro Trudeau. La media de encuestas recopilada por CBC News colocaba el 14 de mayo a los conservadores al frente, con una intención de voto del 36,2%. Los liberales los siguen, con el 29,8%, mientras que el New Democratic Party (NDP) lograría el 15,9% de los sufragios.

El giro en los sondeos coincidió con la emergencia del escándalo SNC Lavalin, desvelado el 7 de febrero por el periódico The Globe and Mail. En un artículo, dicho medio afirmaba la supuesta interferencia de la Oficina del Primer Ministro en la investigación abierta contra la compañía de infraestructuras quebequesa SNC Lavalin. En concreto, la información recogía el testimonio de Jody Wilson-Raybould, fiscal general y ministra de Justicia hasta enero y diputada nacional, quien afirmaba haber recibido presiones para retirar los cargos contra la compañía, acusada de pagar sobornos al Gobierno libio en tiempos de Muamar el Gadafi.

Wilson-Raybould reiteró su acusación en el comité judicial de la Cámara de los Comunes, si bien matizó que las presiones recibidas no fueron, en su opinión ilegales. La exministra y exfiscal dimitió el pasado 12 de febrero; su compañera de Gabinete y presidenta del Consejo del Tesoro, Jane Philpott, hizo lo propio el 4 de marzo. Gerald Butts, el principal asesor de Trudeau, dimitió también, tras reconocer «fallos en la comunicación».

El primer ministro, por su parte, ha negado toda responsabilidad en el asunto. Pero la reputación de Justin Trudeau, que asumió el poder con el marchamo de la apertura y la transparencia, ha quedado deteriorada. La reciente aprobación de una estrategia contra el cambio climático -otra de sus bazas-, que incluye la exigencia de que las provincias establezcan un impuesto al carbono, aspira a contrarrestar la oposición generada por la decisión de impulsar la expansión y la adquisición del oleoducto Trans Mountain, en agosto de 2018.

En menos de cuatro meses sabremos si el primer ministro Trudeau logra recuperar la confianza del electorado.

Fuente: El Economista.es