PARÍS.- Holanda, el país más eurófilo de la Unión Europea (UE), y Gran Bretaña, el más euroescéptico, serán hoy los primeros en ir a las urnas para elegir a los 751 legisladores del Parlamento Europeo, que durante los próximos cinco años deberá reconquistar a una población que perdió confianza en los políticos y parece cada vez más tentada por los demonios del populismo.
Unos 380 millones de habitantes de los 28 países miembros del bloque acudirán a las urnas entre hoy y el domingo, cuando recién se conocerán los resultados.
Gran Bretaña elegirá hoy, acaso por última vez, los 73 representantes que le corresponden en función de su población. Pero ese contingente deberá retirarse del hemiciclo de Estrasburgo si su país concreta finalmente su salida de la UE ( Brexit ), ahora prevista para octubre. Una parte de esos escaños serán distribuidos en forma proporcional entre los 27 países restantes, de tal modo que la cantidad de diputados para el período 2019-2024 quedará reducida a 705 en lugar de los 751 actuales.
Alemania, el país más poblado del continente, con 82,8 millones de habitantes, enviará 96 diputados al Parlamento, seguido de Francia (74), Italia (73) y España (53), mientras que Malta, con una población de 475.000 personas, tendrá solo seis escaños.
Como nunca antes, debido a la influencia que ejercen el Brexit y los movimientos euroescépticos de extrema derecha, esta elección se transformó en una confrontación entre dos modelos de sociedad: liberalismo contra populismo o -presentado de otra forma- democracia contra autoritarismo.
Gracias al impulso que recibieron esos movimientos en Alemania, Italia, Francia y, más recientemente, España, los ultranacionalistas podrían duplicar su caudal en relación con el período anterior. Actualmente, los populistas o la extrema derecha ejercen el poder o están presentes en las coaliciones de gobierno de Polonia, Hungría, Holanda y Austria. En Francia, el partido Reunión Nacional (RN), de Marine Le Pen, podría obtener en estas elecciones la primera posición delante de La República en Marcha (LREM), del presidente Emmanuel Macron . En República Checa tienen un peso determinante. En Bélgica, los nacionalistas flamencos son el partido mayoritario, e incluso en los países nórdicos -desde Dinamarca hasta Finlandia- son fuerzas de primer nivel político.
Pero la mayor sorpresa podría venir de Gran Bretaña, donde el nuevo Partido del Brexit, fundado hace tres meses por Nigel Farage -uno de los artífices de la salida británica de la UE- puede derrotar a laboristas y conservadores, y convertirse en la primera fuerza política del país. Su victoria, sin embargo, sería efímera, porque sus diputados deberán abandonar Estrasburgo a corto plazo.
Los partidos populistas esperan obtener, en total, entre 180 y 250 escaños. Esa fuerza no les alcanzará para formar una minoría de bloqueo capaz de ralentizar el proceso legislativo e impedir la toma de decisiones, pero pueden convertirse en una importante fuerza de perturbación.
Inversamente, los institutos de sondeo prevén el retroceso de los partidos tradicionales, como la Democracia Cristiana y los socialdemócratas en Alemania, o los socialistas y conservadores en Francia. Para muchos europeos, votar esta vez a la extrema derecha será una forma de castigar a sus propios gobiernos.
Pese a todo, esta consulta planteará, una vez más, el problema de la legitimidad del Parlamento Europeo porque se prevé que el nivel de participación sea de 40% a 42%, cifra que marca una fuerte caída con respecto al 62% de hace 40 años. El desinterés puede ser mayor, pero el fenómeno resulta relativizado por la existencia de tres países -Bélgica, Grecia y Bulgaria- donde el voto es obligatorio.
La campaña resultó por momentos perturbada por la injerencia de potencias extranjeras. En las últimas semanas, el exconsejero político del presidente norteamericano Donald Trump Steve Bannon desplegó una intensa actividad en Francia y Gran Bretaña para ayudar a Nigel Farage y a Marine Le Pen.
Farage fue el primer europeo recibido por Trump después de su victoria, en 2016, y el último que visitó la Casa Blanca fue el primer ministro húngaro, Viktor Orban, cuyo partido acaba de ser suspendido como miembro del grupo Popular Europeo por sus ideas nacionalistas y su resistencia a asumir los principios de solidaridad que promueve la Comisión Europea. Esa situación recuerda un inquietante precedente: el primer paso del proceso que terminó con el referéndum sobre el Brexit fue la decisión del Partido Conservador británico de abandonar el grupo Popular Europeo.
La intención de Bannon de crear un frente populista no funcionó por las fuertes rivalidades que existen entre todos esos partidos. Pero sus esfuerzos coinciden con la estrategia de Trump de debilitar la UE para evitar que se convierta en un peligroso adversario de Estados Unidos o, peor aun, un aliado de China en la guerra comercial.
El objetivo de debilitar a Europa es compartido por el líder ruso, Vladimir Putin, que desde hace años financia, impulsa y manipula a varios de los partidos europeos de extrema derecha o populistas.
La presencia de Bannon en vísperas de la elección sirvió para que algunos dirigentes europeos denunciaran la existencia de una alianza entre nacionalistas y potencias extranjeras. «Veo por primera vez una connivencia entre nacionalistas e intereses extranjeros, cuyo objetivo es el desmantelamiento de Europa. Los rusos y algunos otros nunca habían sido tan intrusivos para financiar y ayudar a los partidos extremistas», afirmó el presidente francés, Emmanuel Macron, esta semana.
En todo caso, la experiencia reciente parece haber demostrado que, a pesar de esas presiones externas, las opiniones públicas son hostiles a la idea de salir de la UE o abandonar el euro, que son dos garantías de estabilidad en un mundo de sobresaltos.
Fuente: La Nación