La imagen del presidente Mauricio Macri conmovido hasta el llanto por la función del Teatro Colón ha sido reproducida en todo el mundo. Es interesante lo que captura: el momento de reconocimiento del mandatario hacia “su” nación, el gesto de franqueza al trabar un lazo profundo con lo que ve, los frutos creativos, digamos, de una identidad compartida.
Pero como todo, la foto tiene más de una lectura. En ella Macri se revela también como alguien con una baja exposición al arte y los espectáculos, una especie de turista en uno de los teatros más importantes del mundo, que por azar, pensará él, está en su país.
De hecho, no se sabe que Macri haya vuelto a pisar el Teatro Colón – ese bellísimo palco presidencial que lleva el escudo- después de la inauguración de 2008, que fue, hay que admitirlo, traumática; recordemos el minuet con la ex presidenta Cristina Fernández. Menos todavía ha sido visto allí en estos años Horacio Rodríguez Larreta, detrás de él en la foto; alguna vez una mala lengua contó el largo rato que llevó explicarle al Jefe de Gobierno porteño la importancia de acudir a saludar en persona al músico Daniel Barenboim.
De un modo u otro, las preferencias culturales no importan mientras los funcionarios sigan apostando por ciertas políticas de estímulo y desarrollo. A decir verdad, y para citar a más de un periodista de Radio Nacional, hace décadas que en el Teatro Colón no se tocan partituras de ópera y música clásica argentinas, lo cual sí es parte de una política institucional y no de un gusto personal.
En su reunión bilateral de ayer con el presidente Mauricio Macri, la primera ministra Theresa May preguntó si podía llegarse hasta la librería El Ateneo, como su par de Francia, Emmanuel Macron. En su muy sencilla reunión con autores argentinos, y la consiguiente photo-op, el presidente francés quedó como el más cool de todos los mandatarios, al conectarse con una zona profunda de la tradición cultural argentina, la del mundo del libro, que en este caso evoca también la cinefilia porteña, dado que la librería, declarada una de las más bellas del mundo, supo ser el Splendid.
Macron conectó eficazmente con esa zona compartida, libros y cine; poco después ya había micros de funcionarios asiáticos en la librería. No era un dato recóndito de turista entendido: en su pedido May le citó a Macri un articulo del Financial Times. El Ateneo figura en todas las guías de librerías.
Durante los meses precedentes a la Cumbre, se hablaba de que existiría un programa para algunos funcionarios culturales extranjeros que vendrían con las comitivas, sobre todo porque parecía interesante aprovechar la ocasión para lograr acuerdos, por ejemplo, entre instituciones. El intercambio y los mecanismos destinados a agilizar los préstamos para las muestras ayudan a las gestiones y son política cultural de largo aliento. El Secretario Pablo Avellutofinalmente salió de escena; el encargo quedó por entero en el área del secretario de Medios Públicos, Hernán Lombardi, que fue el único que firmó un acuerdo de colaboración con la TV china.
Pero la supuesta agenda se desmaterializó y es por lo menos curioso, habiendo varias colectividades que tienen en Buenos Aires centros culturales, espacios propios y una programación en teatros todo el año. Así, la agenda quedó limitada al turismo de los “acompañantes y consortes”, en su anticuada versión de una comitiva de Primeras Damas. La cultura argentina nunca se dejó limitar a la noción de las bellas locaciones, como una Villa Ocampohoy vaciada de todo contenido ocampiano y capacidad de expositiva para irradiar a la comunidad.
La cumbre del G20 deja para el área de cultura cierta insatisfacción por la formidable oportunidad desaprovechada, la certeza de un ninguneo. Si en 2016 se invirtieron tantos fondos en ser país invitado de Honor en la feria de arte ARCOmadrid, si Buenos Aires volvió a gastar más de 3 millones de dólares en la compra de la franquicia de Art Basel Cities, ¿no era esta la mejor fecha para llevar a los funcionarios internacionales del área a la muestra Democracia del CCK, al Museo de Arte Moderno, al Museo Xul Solar? ¿Será porque esos felices lobbies, que son los que perduran, se fueron por alguna de las otras grietas, la de una interna o la de un esfuerzo que no gana titulares?
Fuente: Clarin