Por Paola Cabezas Z.
Abogada.
Hemos visto en las ultimas semanas, un aumento fuerte en las voces que están de
acuerdo en que las penas que castigan los delitos contra la corrupción deben
incrementarse, y no tibiamente, sino que con reproches penales que sean claramente
disuasivos.
No me quiero concentrar en esa parte de la discusión, ya que argumentos serios no
existen para decir que ese tipo de delitos no merecen una sanción fuerte, sino que me
quiero referir a como vamos a enterarnos de esos delitos en el futuro.
El destape del financiamiento ilegal de la política se dio por una real tontera, un ejecutivo
de banco despedido, al que no se le quiso pagar sus indemnizaciones legales, y que como
llevaba décadas a cargo de los pagos que financiaban ilegalmente a la política, amenazo
con contar lo que sabia y lo hizo. La practica de dar una factura, por un servicio que jamás
fue prestado, estaba normalizada culturalmente, no solo en la clase política, en todos
lados, y así se había normalizado el uso de esta ilegalidad, que todos de la mano han
calificado como un “error”. De esta practica difícilmente nos habríamos enterado por los
mismos políticos, ya que la gran mayoría, (quiero escribir todos) se financiaban
ilegalmente. El resto es historia, un joven ministro que pensó que iba a destruir a la
derecha, promoviendo investigaciones políticas, pero que terminó en investigaciones para
izquierda y derecha, para finalizar meses después con un amplio consenso político, en que
se optó por no perseguir políticamente a nadie más, entendamos que “por la estabilidad
del sistema”.
¿A qué voy entonces? A que la próxima vez que un político busque financiarse
ilegalmente, y que alguien esté dispuesto a financiarlo, lo harán con extremo cuidado,
usarán toda su experiencia y recursos en no dejar huella. Es aquí donde la figura de la
delación compensada se hace útil y necesaria. Contar con un mecanismo que premie al
que delata (con una pena disminuida) y entrega información, hace que el estado pueda
investigar y sancionar mejor y más eficientemente a los delatados, que se gasten incluso
menos recursos en investigar, recursos que son limitados, y pone en la vereda de la
desconfianza mutua a quienes pretenden burlar el sistema. Hay que tener claridad que,
con penas más altas, los pocos testigos que puedan existir no van a querer hablar si no
hay incentivos, y por, sobre todo, que el objetivo es sancionar no solo a los intermedios,
sino llegar a todos los responsables. Podemos ver a la delación compensada, como un
verdadero destapador de la corrupción, y que es una herramienta útil para obtener
información clara y precisa de quienes pretender corromper el sistema y sus bases.
La corrupción ya sabemos que es más común de lo que creíamos, ocurre desde lo mas
simple en obtener favores, hasta casos más graves como la redacción de leyes, pero
ambos son igual de importantes, ambos deben ser sancionados con igual fuerza. La
corrupción es de esas cuestiones que corroen la democracia, no nos acostumbremos a
escuchar políticos hablando de errores, de que son víctimas perseguidas por fiscales que
no concretan o de que son inocentes porque no hubo una condena, sino que una salida
alternativa.