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Carta abierta a Jose Piñera

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Don José, aquellos que nos declaramos liberales y que hacemos un empeño por diferenciar esa rica tradición histórica del recién aparecido neoliberalismo, sentimos escalofríos al escucharlo definirse en televisión abierta como “un liberal”. En solo un instante, borró de un plumazo una larga y rica tradición de liberalismo que siempre fue humanista, laica y que en muchos casos tuvo expresiones auténticamente preocupadas de combinar libertad e igualdad, haciendo avanzar la seguridad social.

Al escucharlo hablar, nos explota la pregunta: ¿qué tiene que ver usted con los liberales chilenos como Francisco Bilbao, José Victorino Lastarria o el Presidente Balmaceda? Poco y nada, la verdad. Su autodenominación de “liberal” no es más que una usurpación histórica.

Don José, si tuviéramos que situarlo en una posición política, en Chile usted estaría más allá de la UDI. Probablemente ningún partido político lo representa plenamente. Incluso la UDI tiene desviaciones hacia la “cuestión social” que usted debe detestar. Quizás la política norteamericana nos sirva para situarlo mejor. Algunos podrían creer que su simpatía estaría por el Partido Republicano, pero no. Está más allá: con el “libertarian” ex candidato presidencial Ron Paul. Para decirlo en simple, una especie de anarcocapitalismo, donde incluso la aplicación del Estado mínimo queda corta. Una concepción que pretende desregular toda relación económica y que, no contento con eso, también pretende privatizar todo bien público. Una defensa fanática de una libertad interesada, exclusivamente enfocada en las libertades económicas y que desprecia cualquier tipo o nivel de igualdad. Incluso que desprecia la palabra igualdad.

Una especie rara de liberalismo, teniendo en cuenta la historia de este, pero que en Estados Unidos han sabido diferenciar y la han llamado “Libertarian”, aunque en Chile estamos demasiado acostumbrados a confundir.

Don José, usted es la clara expresión de una versión mutilada del liberalismo, que hace uso de la libertad para justificar privilegios y actitudes contrarias a la más mínima cohesión social. Basta escuchar su utilización interesada de la palabra libertad para entender que lo que usted realmente está cuidando es otra cosa. Una libertad donde su ejercicio es directamente proporcional a tu situación socioeconómica.

Muestra de ello es haber obviado –cuando diseñó el sistema de pensiones– las desigualdades del mercado laboral chileno y transformar la previsión o la vejez en un problema exclusivamente individual. Aquello significaría obviamente dejar al “sálvese quien pueda” a millones de chilenos, que no podrían autofinanciar su pensión. Dudamos que eso haya sido una casualidad o un mal diseño. Más bien fue una manera de “descargar” al Estado y a los empleadores de la seguridad social en la vejez. O dicho de otra forma, fue una prohibición –por decreto– de la seguridad social.

Ni hablar, don José, de su participación en y férrea defensa de la dictadura. Sepa usted que los liberales no participamos de dictaduras de ningún tipo. Por el contrario, históricamente las combatimos y somos de las pocas corrientes de pensamiento que no ha apoyado ese tipo de regímenes. En cambio, usted, fuera de haber participado, todavía se siente orgulloso y defensor de un régimen que violó todos los principios del liberalismo. Un ícono mundial de la violación de derechos humanos, el autoritarismo y la restricción de libertades.

Punto aparte es la franja de su ex campaña presidencial, donde todavía se puede apreciar en YouTube a usted mencionando pasajes de la Biblia para oponerse férreamente al aborto terapéutico. Según entendemos los liberales, la separación de las creencias religiosas de las leyes es la base del Estado laico, largamente anhelado por el liberalismo, y todavía inconcluso.

Por Vlado Mirosevic y Luis Felipe Ramos

Publicada el 19 de agosto de 2016 en El Mostrador.

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