A la reunión de tres días asistieron unos tres mil directivos de todo el país, quienes aprobaron más de una decena de resoluciones, aunque todavía no llegaron a un acuerdo sobre cuáles serían incluídas oficialmente en la campaña con vista a los comicios federales de octubre de 2019.
Los liberales, bajo el liderazgo del primer ministro Justin Trudeau, entraron de esta forma en una campaña pre-electoral y se presentaron en el evento como adalides de posiciones políticas progresistas, a la vez que lanzaron ataques agresivos contra sus adversarios, en particular el Partido Conservador, a 18 meses de la contienda.
En un proceso que incluyó la votación secreta sobre aspectos clave, los del PLC aprobaron resoluciones dirigidas a crear un sistema de salud universal y programas de atención a enfermedades mentales, la despenalización de la tenencia de pequeñas cantidades de drogas y la aprobación de legislaciones sobre el comercio sexual.
Las bases partidistas votaron a favor de cambiar las leyes de bancarrota, proteger las pensiones y establecer un ingreso mínimo garantizado con el fin de alistar una estrategia hacia la reelección.
De esta forma, el PLC quiere establecer una coalición de electores progresistas sobre la base de una plataforma que según el diario The Globe and Mail se inclina hacia la izquierda.
En el cónclave de Halifax, Trudeau se refirió al líder conservador Andrew Scheer como una réplica del exprimer ministro Stephen Harper (2006-2015) y dijo que los también llamados Tories agitan las llamas del populismo divisivo, de acuerdo con un comentario que publica este lunes el diario The Globe and Mail.
El gobernante señaló que el actual jefe de la oposición se presentó el año pasado ante los canadienses como una versión de Harper con una sonrisa, pero son las mismas políticas de miedo y división, ‘aupadas por campañas exitosas en otras partes del mundo para dividir a unos ciudadanos contra otros’.
Sin embargo, la parlamentaria conservadora Lisa Raitt defendió a sus correligionarios y señaló que los seguidores de Trudeau están desesperados después de una serie de decisiones controversiales y los crecientes gastos federales que socavan el apoyo de los canadienses al partido de Gobierno.
Un elemento de peso que a juicio de expertos puede dañar la imagen del Primer Ministro con vista a las elecciones es la disputa sobre la ampliación del oleoducto Trans Mountain, que amenaza con convertirse además en una crisis constitucional.
Para hacer frente a esta situación, el mandatario se vio obligado a regresar el 15 de abril a Ottawa, tras participar en Lima, Perú, en la VIII Cumbre de las Américas, en lugar de seguir su plan de viajar a Francia y el Reino Unido, gira que reinició un día después.
Trudeau discutió con el primer ministro de la provincia de Columbia Británica, John Horgan, a quien acusa de obstruir de forma ilegal este proyecto, y la jefa de Gobierno de Alberta, Rachel Notley, partidaria de seguir adelante con la obra.
El proyecto valorado en más de siete mil 400 millones de dólares canadienses y aprobado hace 17 meses, prevé triplicar las capacidades de ese conducto que se extiende desde las arenas de Alberta ricas en alquitrán, a través de las montañas, hasta la costa de la ciudad de Vancouver.
