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El buen amigo canadiense

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Desde que Justin Trudeau tomó posesión como primer ministro, hace ya 23 meses, Canadá ha ocupado más páginas en medios internacionales. Se evoca la agenda progresista de Trudeau en temas sociales, se cita al país como un seductor destino turístico y universitario y, de igual forma, se hace referencia a su marcha económica y a su compromiso con el libre comercio. En octubre de 2016, The Economist designó a Canadá como “ejemplo para el mundo” por su apertura en varios niveles, en una época donde el liberalismo enfrenta escenarios con escollos. En marzo de este año, la revista US News ubicó al país como el segundo con mejores condiciones de vida, sólo por debajo de Suiza, tomando en cuenta aspectos como la educación, la oferta cultural, las facilidades de inversión y las pensiones.

Pero no sólo la prensa ha destacado el buen momento canadiense. José Ángel Gurría, secretario general de la OCDE, señaló en junio de 2016, dentro de la Conferencia de Montreal, que “Canadá es un ejemplo de un país que adopta las buenas medidas con el fin de romper la espiral de débil crecimiento económico”. La fórmula se ha basado en un fuerte gasto en infraestructuras y en buscar beneficios del intercambio comercial con el exterior, todo esto sin descuidar la red de servicios públicos. “Con cerca de 36 millones de habitantes y para conservar un buen nivel de vida, es necesario tener acceso a otros mercados. Desde hace décadas, el país ha sido un actor importante en negociaciones para la apertura comercial”, señala Richard Ouellet, experto en comercio internacional de la Universidad Laval. Entre los distintos pactos firmados por Canadá, dos son temas de actualidad: el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que está en vigor con EE UU y México desde 1994, y el Acuerdo Integral sobre Economía y Comercio (más conocido como CETA, por sus siglas en inglés), que se firmó este año con la UE.

El mercado alimentario de calidad abre muchas posibilidades a las pymes españolas

El primero de esos acuerdos se está renegociando y la tercera de las rondas de conversaciones terminó la semana pasada en Otta­wa con un pacto en el capítulo de pymes y el acercamiento de posturas en asuntos como la facilitación comercial, las telecomunicaciones y el comercio digital. Sin embargo, las partes reconocen que están muy lejos de cerrar el tema, por lo que será difícil lograrlo para la fecha límite del 31 de enero de 2018. Quedan pendientes cuestiones muy complejas como la normativa laboral, las reglas de origen (que fijan el porcentaje de productos regionales que debe tener cada manufactura) o el mecanismo de resolución de controversias.

Del otro lado del Atlántico, el pasado 21 de septiembre entró en vigor el 98% de las disposiciones del CETA, a la espera de que todos los Parlamentos nacionales europeos lo ratifiquen, como ya han hecho Letonia, Dinamarca, España, Croacia, Malta y Portugal. En 2016, las exportaciones canadienses a la Unión Europea se cuantificaron en unos 28.750 millones de euros. A su vez, la Unión Europea exportó a Canadá por un valor de 35.900 millones. Diversos estudios prevén que estos números aumenten entre un 20% y 25% con el CETA.

“El acuerdo es el más ambicioso y progresista que han firmado tanto Canadá como la Unión Europea en su historia. Crea una oportunidad de mercado en todos los sectores. Se eliminarán el 99% de los aranceles. Esto proveerá acceso a toda una gama de bienes y servicios”, afirma Ailish Campbell, jefa de delegados de comercio del Ministerio de Asuntos Exteriores de Canadá. Campbell responde sobre ciertas reservas hacia el CETA por parte de algunos organismos, políticos y Gobiernos regionales: “Lo más importante que hay que señalar es que los valores entre la UE y Canadá están muy alineados: proteger el medio ambiente y los derechos de los trabajadores, fomentar un crecimiento inclusivo. Es una gran oportunidad para trabajar juntos frente a los retos actuales de la globalización”.

El país norteamericano tiene un amplio plan para la renovación de infraestructuras

Miguel Ángel Feito, consejero económico y comercial de la Embajada de España en Ottawa, afirma que Canadá es un país con mucho interés para España y demás miembros de la UE. Además de hacer hincapié en las considerables reservas canadienses de gas y petróleo, subraya el aumento de oportunidades para las empresas españolas: “Tiene un mercado en expansión, con una renta per capita de las más altas del mundo, con consumidores que buscan alta calidad. Las exportaciones españolas a Canadá han crecido de manera sistemática en los últimos 10 años. Ya hay alrededor de 5.500 empresas que exportan y cerca de 100 ya establecidas aquí con inversiones industriales u oficinas comerciales. Nuestro nivel de presencia es relativamente pequeño, en comparación con lo que podría ser, pero es muy creciente”.

España ‘gourmet’

Los productos alimentarios aparecen como una de las mayores oportunidades que tendrá España en el mercado canadiense, destacando vinos, frutas y verduras, productos transformados y especialidades gastronómicas. Sobre este último punto cabe destacar que el CETA protege las indicaciones geográficas de 143 productos europeos, 27 de ellos españoles. “Es una gran oportunidad para evitar falsas competencias”, menciona Feito. Además, las autoridades canadienses acordaron abrir una parte de su mercado de productos lácteos, un sector muy protegido. “Canadá tiene un sistema de gestión de la oferta en tres sectores: huevos, aves de corral y lácteos. La posición canadiense es mantener esta gestión. Eliminarla no es una opción. Sin embargo, con el CETA se podrá importar queso con cuotas fijas: alrededor de 17.000 toneladas”, precisa ­Ouellet. Asimismo, el acuerdo brinda oportunidades para el sector textil, ya que anteriormente la ropa y otros productos del rubro pagaban un máximo del 18% de aranceles. “Esto va a desaparecer y será ventajoso para las compañías al incrementar su competitividad”, agrega Feito. Gracias al CETA, las empresas no estarán obligadas a contar con una doble certificación para un amplio abanico de productos (juguetes, material eléctrico, maquinaria, entre otros). A su vez, el acuerdo no modifica las normas sanitarias que existen en la UE, tal y como se da con la prohibición de carne con hormonas.

“Las compañías europeas deben pensar en Canadá como un sitio para darles acceso no sólo al mercado canadiense, sino a 1.100 millones de consumidores del más alto nivel. Canadá cuenta con diversos acuerdos que crean un espacio de encuentro para que las empresas sean globales”, expresa Ailish Campbell. El CETA permite aspirar a otros mercados, especialmente EE UU y México. Para ello es necesario seguir lineamientos específicos. Richard ­Ouellet explica al respecto: “Hay que considerar las reglas de origen. Si un producto europeo se elabora en Canadá, quiere decir que la compañía invirtió en este país para producir; es una relación de inversión. Desde ese momento, la firma europea hace un producto canadiense. Ahora bien, hay distintas categorías de productos y cada una obedece a un porcentaje. En la mayoría de los casos, EE UU pide que al menos el 60% del proceso de producción haya tenido lugar en Canadá”.

fuente:  https://elpais.com/economia/2017/09/29/actualidad/1506703845_825979.html