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Hacia las nuevas libertades económicas

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El ampliar las libertades económicas a su máxima expresión parecía, hasta no hace mucho, consolidarse como una tendencia positiva y triunfal, fuente de toda energía expansiva hacia la riqueza y el desarrollo. Pero una visión sobre la realidad internacional pone hoy en duda aquel fundamento, tanto como el ideal del Estado omnímodo.

El Brexit, el exiguo y dispar crecimiento de la Unión Europea, la conformación de pequeños y variados partidos políticos antisistema (xenófobos o en extremo ecologistas) la idea, triunfadora y ultra nacionalista de Donald Trump y otros hechos y señales similares, confirmarían una frustración evidente, basada en la realidad fáctica de los pueblos. Las libertades económicas, tal como se han implementado, fracasaron: altos índices de desempleo. Estados grandes e ineficientes, precarización laboral reflejada en bajos salarios, trabajo informal y hasta esclavo. Clase media migrando a la pobreza. Disolución de la movilidad social ascendente y otros síntomas hablan del revés inocultable que padecen las economías occidentales.

¿Estamos ante un fenómeno meramente económico y financiero o ante una interpelación histórica al núcleo mismo de las libertades económicas? Quizás la respuesta tenga que ver con una crisis ética, de índole esencialmente cultural.

Ya Max Weber señalaba cuestiones básicas, empezando por el hecho de que la acumulación de riqueza derivará en fracaso colectivo cuando no se vuelque a una reproducción genuina y así a la renovación del ciclo productivo. La riqueza que no deviene inversión, es -metafóricamente- un exceso de colesterol en sectores arteriales que lleva al colapso coronario.

Esto, combinado con la ausencia de una ética universal, anula el clima de confianza y transparencia imprescindible para el fluir del libre mercado y el desarrollo deseable.

Estamos ante el resultado del peor de nuestros errores colectivos: el moral. Error que, en el fondo, subyace a una carencia formativa. Abordajes como el del filósofo estadounidense John Rawles y su Teoría de la Justicia donde la libertad económica sólo es viable desde la ética, merecen nuestro repaso. La libertad sólo tiene margen de movimiento en el campo del bien común.

Asistimos, casi en la adolescencia del siglo XXI, a la miopía simétrica de dos fundamentalismos: individualismo a rajatabla versus estatismo autoritario. Un verdadero liberal, dice Rawles no sólo ha de defender la libertad como un valor abstracto sino como posibilidad real, efectiva, de cada individuo social. Si la libertad de circulación, de consumo, de supervivencia, rige sólo para unos, no es tal.

Es preciso bucear en lo más hondo de esa filosofía política: el mercado debe estar al servicio del hombre y la comunidad, de su expansión integral. De esta manera, asociado a la Ética, el liberalismo podrá transitarse -y mejorarse- como alternativa o camino.

Por: Diego Videla

Fuente: https://www.cronista.com/columnistas/Hacia-las-nuevas-libertades-economicas-20170801-0011.html