Felipe Kast acaba de declarar algo sorprendente:
Estoy en contra del aborto -dijo- porque soy liberal.
Para los liberales -explicó-, la libertad de cada uno termina en la libertad de los demás. De ahí que nadie -agregó- debe dañar a un tercero. Y como para Felipe Kast -según él mismo declaró- la vida humana principia en la concepción, de manera que desde el preciso y misterioso momento en que el óvulo es fecundado hay alguien igual, en todos los aspectos relevantes, a quien lee estas líneas, el aborto no sería admisible. ¿Cómo podría un liberal -concluyó- dañar a un tercero? (El tercero, para Kast, sería, en este caso, la mórula o el embrión sobre la placa de Petris).
¿Es liberal esa tesis de Kast?
No.
Y ello no porque Kast, en sorprendente coincidencia con Ezzati, J.A. Kast y Ossandón -de aquí en adelante, sus compañeros de ruta en esta cruzada-, crea que desde la concepción existe alguien como usted, un tercero cuya libertad e integridad no deben ser afectadas sin que medie su consentimiento -aunque Kast no explica cómo se podría, llegado el caso, solicitarlo a la mórula-, sino porque la tesis de Kast expande e hincha la coacción del Estado a extremos y situaciones que ningún liberal aceptaría.
Para advertirlo es cosa de recordar lo que hoy día se discute.
Lo que se discute hoy en el Congreso -y que Kast, cuando hizo esa afirmación, eludió- no es si el feto es o no un individuo humano. Lo que se discute es qué deberes tienen las mujeres, en casos trágicos como la violación, la inviabilidad fetal o el riesgo de vida de la madre, frente a la mórula, el feto o el nasciturus.
Lo que se discute, incluso aceptando que la mórula fuera un individuo humano, es si es correcto exigir a las mujeres, a través de la coacción estatal, alguna de las tres siguientes conductas: mantener el embarazo a sabiendas de que anidan un feto inviable; preferir la vida del nasciturus a la suya; tolerar un embarazo al que fueron forzadas mediante violación. Kast sostiene que imponer a las mujeres, mediante la coacción del Estado, la obligación de sostener el embarazo, encarcelándolas si la incumplieran, es la posición que un liberal está obligado a adoptar, porque de otra forma estarían infringiendo el principio de no causar daño a otro.
Pero eso no es cierto.
O es un error de Kast, o su liberalismo es impostado.
Si hay algo en lo que los liberales están unánimemente de acuerdo, es que el Estado no tiene derecho, en principio, a coaccionar a los individuos. Ese derecho solo aparece cuando hay razones suficientemente fuertes. Y ocurre que las conductas heroicas, supererogatorias, ese tipo de conductas que siendo buenas no son exigibles ni por la moral ni por el derecho, menos podrían ser impuestas a través de la amenaza de la coacción estatal. Si ni siquiera la Iglesia Católica -para la cual cada uno es el guardián de su hermano- declara obligatorio sacrificar la propia vida por la de él, ¿cómo podría un liberal sostener que la mujer debe resignar su existencia por la del nasciturus?
El liberalismo no es una doctrina acerca del inicio de la vida humana. De hecho, los liberales -como casi todos los seres humanos, salvo, claro, el diputado Kast- carecen de evidencia acerca de cuándo ella principia. La doctrina liberal es solo respecto de los deberes que los individuos tienen acerca de los demás y acerca de la soberanía que cada ser humano debe tener acerca de sí mismo. Y ningún liberal sostendría que existen deberes jurídicos -deberes que el Estado puede imponer mediante la fuerza- consistentes en llevar adelante conductas heroicas, como, es bueno repetirlo, la de cuidar el embarazo que es fruto de una violación, mantener la espera de un feto inviable, preferir la vida del nasciturus a la propia. Ese tipo de conductas pueden ser buenas y estimables, pero no son exigibles. ¿De dónde pudo sacar Kast la tesis de que un liberal las exigiría? ¿En qué momento se le ocurrió que oponerse al aborto, a todo aborto, era propio de un liberal?
Esa pregunta es, por supuesto, puramente retórica.
Porque todos saben de dónde la sacó: de la simple demagogia intelectual de quien, como él, quiere cuadrar el círculo de contar con la adhesión de la derecha conservadora y aparentar, no obstante, ser un liberal.
Fuente: http://www.elmercurio.com/blogs/2017/06/11/51723/El-liberal-descafeinado.aspx